Por: Susan Zakaib
En el siglo XVI un gran cambio ocurrió en la historia de México. Los españoles llegaron a esta tierra en 1517- En 1521, Hernán Cortés había conquistado a los aztecas. Después, los españoles empezaron a colonizar a los aztecas, a los mayas y a los otros indígenas de México. Una parte muy importante de este proceso fue la conversión religiosa de los indígenas. Miles de personas fueron bautizadas como católicos, y los misioneros españoles intentaron erradicar las religiones tradicionales de los indígenas. Se construyeron iglesias cristianas en los mismos lugares que los templos antiguos de los indígenas, y con los materiales de esos templos. Así, los españoles trataron de imponer la religión católica encima de la religión tradicional de los indígenas.
La Virgen de Guadalupe se ha hecho un símbolo de este cambio religioso. Según la leyenda de la Virgen, apareció por primera vez en 1531 en una colina en el Tepeyac. Se le apareció a un indígena recién bautizado, Juan Diego y en náhuatl (el idioma de los aztecas) le pidió que construyera una iglesia dedicada a ella en ese lugar. Juan Diego lo dijo al obispo lo ocurrido, pero no le creyó. Cuando Juan Diego intentó por segunda vez comunicar la aparición de la Virgen, muchas rosas se cayeron de su tilmatli (manta) y una imagen de la Virgen apareció en la tela del tilmatli. Por estas pruebas, obispo le creyó e inició la construcción de una iglesia para la Virgen de Guadalupe en el cerro de Tepeyac. Es importante señalar que el lugar de la aparición de Guadalup, antes de la Conquista, era un templo muy popular dedicado a la diosa azteca Tonantzin.[1] Así la Iglesia católica de la Virgen de Guadalupe sustituyó al templo antiguo de Tonantzin.
Pero para los indígenas, la idea de Guadalupe no era totalmente cristiana. Según fray Bernardino de Sahagún, un misionero el en siglo XVI, la adoración de Guadalupe era “herética”. Sahagún escribió que todavía los indígenas a Guadalupe la llamaban “Tonantzin” en vez de “Nuestra Señora la Madre de Dios.” En su traducción literal “Tonantzin” significa “Nuestra madre,” Sahagún creía que se usaba para referir a la Tonantzin antigua. Pensaba que los indígenas usaban la Iglesia de Guadalupe para adorar a su diosa tradicional: “[su] devoción… es sospechosa porque en todas partes hay muchas Iglesias de Nuestra Señora y no van a ellas, y vienen de lejanas tierras a esta Tonantzin como antiguamente.”[2] Para Sahagún, entonces, la adoración de la Virgen de Guadalupe era porque la relacionaban con la diosa antigua.
Hoy, esta interpretación de la adoración de Guadalupe es muy común. Historiadores la han usado para crear nuevas interpretaciones similares. Richard Nebel, por ejemplo, dice que para los indígenas Guadalupe simbolizaba la confianza en la redención. Opina que la Conquista fue la derrota de los antiguos dioses y el antiguo ritual. Entonces, la aparición de Guadalupe a un indígena de la lengua náhuatl significó el retorno de la Tonantzin. Esta interpretación supone que los antiguos dioses indígenas habían vencido al cristianismo. Según Nebel, los indígenas perdieron a sus dioses en la Conquista y Tonantzin regresó en la forma de Guadalupe para reanimar la religión antigua. En esta interpretación, Guadalupe fue un símbolo de la esperanza para la fe indígena; significaba “no sólo la continuidad de su raza, sino sobre todo la continuidad de su fe en sus dioses propios.”[3]
Sin embargo, la religión indígena no necesitaba ser reanimada. Guadalupe no simbolizaba el retorno de Tonantzin, sino su continuidad desde la época prehispánica; Tonantzin y los otros dioses antiguos nunca se habían ido. Muchos indígenas fueron bautizados y los templos habían sido reemplazados por las iglesias, pero la religión indígena sobrevivía a pesar de esto. Es probable que para la mayoría de los indígenas la conversión aparente a catolicismo no fuera un cambio radical en realidad. Aun sí aceptaban la fe cristiana, no la entendían en una manera ortodoxa. Según Louise Burkhart, los misioneros no pudieron comunicar la esencia del cristianismo a los indígenas. Los conceptos más importantes del cristianismo no existían en el mundo prehispánico; por eso, no hubieron palabras correctas en los idiomas indígenas para expresar estos conceptos. Por eso, los misioneros explicaron estos conceptos por medio de las analogías de las religiones cristianas y prehispánicas; pero estas relaciones no significaban exactamente lo que los misioneros querían comunicar.[4] Así, los indígenas aprendieron los conceptos cristianismo incorrectamente, como una forma de pensamiento parecido al suyo; en sus mentes, Dios y los santos fueron solamente adiciones a sus deidades prehispánicas.
El argumento de Burkhart es apoyado por el carácter de la religión prehispánica. Esta religión era muy flexible, pues podía aceptar influencias diversas. Por ejemplo, en la cultura nahua, cuando una ciudad era derrotada por otra, aceptaba a los dioses de la ciudad victoriosa, porque la derrota demostraba que los dioses de la ciudad victoriosa eran más fuertes. Los nuevos dioses no sustituían a sus dioses propios, sino eran añadidos a sus deidades.[5] Por eso, para los indígenas, fue natural aceptar la religión católica, pero sin abandonar a sus dioses tradicionales. Era normal mezclar influencias religiosas diferentes. Así, la interpretación de Sahagún es correcta: los indígenas no entendían a Guadalupe en una manera totalmente cristiana, sino como un nuevo elemento que podían incorporar en su religión tradicional. Guadalupe era una madre importante como Tonantzin, y la Iglesia de Guadalupe estaba en el mismo lugar del templo de Tonantzin; por eso, entendían a Guadalupe como una nueva Tonantzin. Pero Guadalupe no era el retorno de Tonantzin, como dice Nebel: desde el principio del proceso de conversión católica los indígenas no consideraban a sus dioses como perdidos, porque para ellos, aceptar el catolicismo no exigió abandonar su religión tradicional. Por eso, la aparición de Guadalupe no era el retorno de Tonantzin, sino una manifestación de la mezcla continua de las religiones indígena y católica.
Todavía hoy se puede ver esta mezcla en el catolicismo de México. Aunque se llama catolicismo, esta religión es muy diferente al catolicismo de otros países del mundo. Por ejemplo, los santos son mucho más importantes en el catolicismo mexicano que en otros lugares; es probable que esto se deba a la influencia de la religión indígena. La mezcla de religiones es particularmente evidente en la celebración del Día de los Muertos. Aunque es una fiesta católica, es al mismo tiempo llena de influencias de las religiones indígenas. Se pone un altar en este día con alimentos y bebidas porque los muertos necesitan estas cosas así como la gente viva. También, en algunos lugares la gente limpia los huesos de sus parientes muertos el Día de los Muertos. El concepto que se necesita cuidar de los muertos así como a la gente viva es algo maya; no existe en la doctrina del catolicismo ortodoxo. La Virgen de Guadalupe se ha hecho un símbolo de la conquista espiritual porque representa esta mezcla de religiones; era un ejemplo temprano de una comprensión nueva-la comprensión mexicana-de la religión católica.
Bibliografía
Notas y lecturas de la clase de historia.
Burkhart, Louise. The Slippery Earth: Nahua-Christian Moral Dialogue in Sixteenth-Century Mexico. Tuscon: University of Arizona Press, 1989.
Lockhart, James. The Nahuas After the Conquest: A Social and Cultural History of the Indians of Central Mexico, Sixteenth Through Eighteenth Centuries. Stanford: Stanford University Press, 1992.
Nebel, Richard. Santa María Tonantzin, Virgen de Guadalupe: Continuidad y Transformación Religiosa en México. Traducido por Carlos Warnholtz Bustillos. México: Fondo de Cultura Económica, 1995.
Peterson, Jeanette Favrot. “The Virgin of Guadalupe: Symbol of Conquest or Liberation?” Art Journal 51 (1992): 39-47.
[1]Richard Nebel, Santa María Tonantzin, Virgen de Guadalupe: Continuidad y Transformación Religiosa en México, traducido por Carlos Warnholtz Bustillos (México: Fondo de Cultura Económica, 1995): 120-121 y Jeanette Favrot Peterson, “The Virgin of Guadalupe: Symbol of Conquest or Liberation?” Art Journal 51 (1992): 39.[2]Bernardino de Sahagún.[3]Nebel, 149.[4]Louise Burkhart, The Slippery Earth: Nahua-Christian Moral Dialogue in Sixteenth-Century Mexico (Tuscon: University of Arizona Press, 1989): 39-44.[5]James Lockhart, The Nahuas After the Conquest: A Social and Cultural History of the Indians of Central Mexico, Sixteenth Through Eighteenth Centuries (Stanford: Stanford University Press, 1992): 203.