Por: Lizett Ortega Aranda
En la actualidad, la Secretaría de Educación Pública se encuentran trabajando para certificar la calidad de sus procesos educativos, debido a las exigencias de un mundo globalizado que día con día exige eficacia y eficiencia en todo lo que realiza el ser humano. Para ello, se han implementado determinados programas que establecen los parámetros a seguir para lograr la acreditación, la cual podría definirse como el reconocimiento público de organismos internacionales y nacionales, que certifican la calidad del proceso enseñanza-aprendizaje.
Para lograr la acreditación, las instituciones educativas, además del trabajo y papeleo que esto implica, requieren de cambiar el paradigma de la evaluación; es decir, dejar de considerar a dicha evaluación como un trámite innecesario y absurdo. Los docentes debemos percibir la evaluación como un procedimiento con el que se conoce con certeza las debilidades y fortalezas de los procesos examinados.
Los docentes, a pesar de la poca disposición que tenemos para ser evaluados, ya no podemos escaparnos de este proceso. Conforme transcurren los días, sentimos la presión de mejorar nuestra calidad académica.
Ante las exigencias del mundo contemporáneo, los profesores no debemos cerrar nuestros ojos y taparnos los oídos, al contrario, en estos momentos, el país requiere de gente capacitada para competir. Posiblemente, las diferencias entre México y los países más ricos son abismales; de entrada sabemos que competir con Estados Unidos, Inglaterra… implica una economía fuerte, es decir, una moneda sólida y años de estabilidad económica; sin embargo, si seguimos lamentándonos de nuestra historia y no actuamos, continuaremos siendo uno de los países con más rezago educativo y sin esperanzas de convertirnos en una nación poderosa.
Hay que dar el primer paso. Recordar a Japón en los años 1960 y observarlo ahora convertido en un país con la tecnología más sofisticada, me alienta a pensar que los mexicanos algún día cambiaremos el rumbo que nos ha condenado vivir el neocolonialismo. Luchemos pues, docentes, para forjar una gran nación; peleemos con las armas que nos proporciona el conocimiento. Exijamos calidad en la educación, aunque ello implique aceptar que nos evalúen y critiquen nuestro trabajo.